Sunday, July 29, 2007

virtudes sociales I (de la prescindibilidad)

Antes que nada he de confesar que tuve que buscar prescindibilidad en el diccionario de la RAE (por cierto que no sale!). Quería tan solo confirmar que era gramaticalmente correcta, porque en el "mundo real" de sobra sé que existe.

Los seres humanos tenemos una cierta necesidad social. Eso es, en general, innegable. Nos organizamos en grupos, vivimos en familias, buscamos parejas, tenemos amigos y hasta formamos partidos políticos. Dejo para otro momento el debate sobre si esta necesidad es adquirida socialmente o nacemos con ella. En cualquier caso esa "vida social" presenta algunos problemas y es de eso de lo que quiero hablarles hoy.

Por empezar con algo fácil, he elegido el noble arte de hacerse imprescindible.

Puede sonar un poco descabellado pero créanme. Consciente o inconscientemente es una meta bastante común. Con común quiero decir general, no que sea fácil de alcanzar. Es baladí decir que a todos nos gusta que nos quieran cuando estamos. Nos hace sentir especiales. Pero digo más. Hay algo que nos gusta más todavía. Nos encanta que nos quieran cuando no estamos. Que nos llamen. Que nos mande una carta o un email. Que alguien en algún lugar manifieste que nos tiene presente, que nos recuerda. Que nos recuerden. Que nos hechen de menos. Suena tan bonito.

Para la disertación de hoy me voy a conformar con hablar de un sentimiento de 1º generación. Es decir, hablaré sólo de aquellos que me han conocido. Y es que recordamos también a alguna gente famosa que nunca hemos conocido porque vivió hace siglos, pero a ellos no los hechamos de menos. No podemos. Hablo de Kant o de Pitágoras. De Ulíses o de Jesús. Igual dá si existieron de verdad o son fantasías. No podemos sentir nada por ellos.

Volvamos entonces al tema de la prescindibilidad. De la mía con respecto a todos aquellos que me han conocido. Los que me hechan de menos y los que no. He de reconocer, llegados a este punto, que he tenido una revelación. Debido a nuestra naturaleza, a lo más que podemos aspirar como seres humanos es a ser felices e intentar que las personas a nuestro lado lo sean. Que no es poco. Con frecuencia queremos seguir en esa línea y pensar que para esas personas a las que hacemos felices somos imprescindibles. Nos equivocamos. Es una ilusión. Ni tan siquiera la felicidad es imprescindible, cuanto menos lo serán sus mensajeros.

Lo siento. Planteo la pregunta pero no dejo ninguna respuesta. Ninguna alternativa. No puede ser que fabrique críticas constructivas. Por lo menos yo estoy contento con lo que hago, bueno o malo. Si a alguien más hago feliz con esto mejor que mejor. Ahora sé que no puedo aspirar a más.

PD: Un ejemplo gráfico. Por mucho que uno se empeñe en dejar su huella sobre la arena de la playa, el mar siempre siempre se las lleva. Y es que hay cosas contras las que no se puede luchar.

Friday, July 27, 2007

aceptamos orgullo como animal de compañia

Si bien no la mayor, es una de las principales causas de malos entendidos, rencores y desencuentros desde que el tiempo es tiempo.

Discutiendo un poco sobre el tema se encuentran las más diversas opiniones. Pasando del clásico: "yo no soy orgullosa" al sorprendente "los hombres utilizan su orgullo para no perdonar lo imperdonable". Sobre lo primero no me compete a mi decir nada y a cerca de lo segundome lloveran piedras si digo algo más. A ver como salgo de esta.

El convertir defectos en virtudes es una vieja aspiración mía que tenía algo olvidada. No recuerdo ahora mismo el por qué la aparqué. Tal vez sería porque pasaba por alguna etapa algo más conformista o quizá porque llegue a un estado estacionario de felicidad inducida. De cualquier modo, y ahora yo pensando, las maneras de "sobreponernos" a nuestros defectos deberían poder clasificarse en tres:
  • Los asumimos, nos aceptamos tal como somos y, partiendo desde ahí, intentamos ser felices (ahí es nada).
  • Construimos un "super-yo" en nuestra cabeza y, simplemente, tratamos de parecernos a él lo más posible. Si no caemos en alguna depresión en el largo y tortuoso camino sólo nos queda rezar para que el "producto" de todo este proceso siga siendo alguien "potable" para nuestros seres queridos. Aunque siempre podemos buscarnos otros.
  • Actuamos de acuerdo con la segunda opinión anterior: tratemos de convertir nuestros defectos en virtudes. Como hablar en general de esta tercera opción es un tanto impreciso volveré a hablar del orgullo y entiéndase solamente como un ejemplo.
Supongamos una persona con mentalidad pesimista (por defecto). No es de esas que aquellas que se pone a la defensiva a la mínima (hablar con ella no tendría mucha gracia entonces). Es, más bien, de las que está en el largo y tortuoso camino del que hablábamos antes. En esta situación, y sobre todo si las cosas no van tan bien como uno desearía, es normal agarrarse a cualquier clavo ardiente. Sobre todo los días malos, que abundan según la época.

Y voy a ir acabando ya por hoy. Como siempre escribiendo mucho sin haber dicho nada, ¿o es sólo impresión mía?.

Wednesday, July 25, 2007

sobre los aeropuertos, las estaciones de tren y la gente sin rumbo

Me parece sumamente curioso el descubrir por mi cuenta cierto orden en el caos. En particular hablo de las multitudes que se dan cita en los grandes nudos de transporte de las ciudades. ¿Se han fijado que ninguno de ellos vaga?. Todos sin excepción tienen un lugar donde ir, un destino.

Gracias a la globalización (algo bueno tenía que tener!) podemos cruzarnos con gente de cualquier raza, de cualquier lugar del mundo.

Sobre lo anterior, dos reflexiones:
  • Son lugares perfectos para comprobar que ni los suecos son tan fríos, ni los americanos tan locos ni las francesas son tan guapas! Basta con bajar las barreras.
  • Es bonito pensar que toda esa gente tiene un hogar y personas que esperan su llegada o lloran su partida.