Antes que nada he de confesar que tuve que buscar prescindibilidad en el diccionario de la RAE (por cierto que no sale!). Quería tan solo confirmar que era gramaticalmente correcta, porque en el "mundo real" de sobra sé que existe.
Los seres humanos tenemos una cierta necesidad social. Eso es, en general, innegable. Nos organizamos en grupos, vivimos en familias, buscamos parejas, tenemos amigos y hasta formamos partidos políticos. Dejo para otro momento el debate sobre si esta necesidad es adquirida socialmente o nacemos con ella. En cualquier caso esa "vida social" presenta algunos problemas y es de eso de lo que quiero hablarles hoy.
Por empezar con algo fácil, he elegido el noble arte de hacerse imprescindible.
Puede sonar un poco descabellado pero créanme. Consciente o inconscientemente es una meta bastante común. Con común quiero decir general, no que sea fácil de alcanzar. Es baladí decir que a todos nos gusta que nos quieran cuando estamos. Nos hace sentir especiales. Pero digo más. Hay algo que nos gusta más todavía. Nos encanta que nos quieran cuando no estamos. Que nos llamen. Que nos mande una carta o un email. Que alguien en algún lugar manifieste que nos tiene presente, que nos recuerda. Que nos recuerden. Que nos hechen de menos. Suena tan bonito.
Para la disertación de hoy me voy a conformar con hablar de un sentimiento de 1º generación. Es decir, hablaré sólo de aquellos que me han conocido. Y es que recordamos también a alguna gente famosa que nunca hemos conocido porque vivió hace siglos, pero a ellos no los hechamos de menos. No podemos. Hablo de Kant o de Pitágoras. De Ulíses o de Jesús. Igual dá si existieron de verdad o son fantasías. No podemos sentir nada por ellos.
Volvamos entonces al tema de la prescindibilidad. De la mía con respecto a todos aquellos que me han conocido. Los que me hechan de menos y los que no. He de reconocer, llegados a este punto, que he tenido una revelación. Debido a nuestra naturaleza, a lo más que podemos aspirar como seres humanos es a ser felices e intentar que las personas a nuestro lado lo sean. Que no es poco. Con frecuencia queremos seguir en esa línea y pensar que para esas personas a las que hacemos felices somos imprescindibles. Nos equivocamos. Es una ilusión. Ni tan siquiera la felicidad es imprescindible, cuanto menos lo serán sus mensajeros.
Lo siento. Planteo la pregunta pero no dejo ninguna respuesta. Ninguna alternativa. No puede ser que fabrique críticas constructivas. Por lo menos yo estoy contento con lo que hago, bueno o malo. Si a alguien más hago feliz con esto mejor que mejor. Ahora sé que no puedo aspirar a más.
PD: Un ejemplo gráfico. Por mucho que uno se empeñe en dejar su huella sobre la arena de la playa, el mar siempre siempre se las lleva. Y es que hay cosas contras las que no se puede luchar.
Sunday, July 29, 2007
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment