"Subestimamos el poder de las palabras. Resulta que, aún a pesar de lo que se dice, son demasiado pesadas como para que se las lleve el viento. Pueden hacer (y muchas veces lo hacen) más daño que piedras o palos. Y, por si fuera poco, estamos atados a ellas como esclavos a sus amos. Con esta perspectiva es más fácil entender el porque intento pensar las cosas tres veces antes de hablar. De esta estrategia, las ventajas ya las sabes. Creo que los inconvenientes también."
Saturday, September 29, 2007
Thursday, September 27, 2007
nota del autor
Ya es oficial. Abandono mi clásica filosofía de izquierdas. Estoy cansado de molestarme por intentar mejorar la vida de los demás sin éxito. Entiendo ahora que no vale la pena. Quizá van a tener razón los que opinan que cada uno tiene lo que se merece.
Vuelven, por lo tanto, a ser libres. Libres para perder su tiempo. Ordenen sus quehaceres semanales prestando más atención a que serie ponen por la tele el martes y cual el jueves. Pierdan tardes y noches enteras quemando neuronas delante de una pantalla enchufada a cualquier consola. Paseen su libertad por los centros comerciales durante el fin de semana. Malgasten su vida. A mi me da igual.
Y mientras yo sigo aquí. Redefiniéndome. Así las cosas, con Marx algo retrasado, trato de encontrarme en algún lugar entre la duda razonable de Descartes y el existencialismo de Sartre. Seguiré informando, al que quiera escuchar.
Vuelven, por lo tanto, a ser libres. Libres para perder su tiempo. Ordenen sus quehaceres semanales prestando más atención a que serie ponen por la tele el martes y cual el jueves. Pierdan tardes y noches enteras quemando neuronas delante de una pantalla enchufada a cualquier consola. Paseen su libertad por los centros comerciales durante el fin de semana. Malgasten su vida. A mi me da igual.
Y mientras yo sigo aquí. Redefiniéndome. Así las cosas, con Marx algo retrasado, trato de encontrarme en algún lugar entre la duda razonable de Descartes y el existencialismo de Sartre. Seguiré informando, al que quiera escuchar.
del antes, el después y el proceso (sin duda lo más importante)
Por causas que ahora no vienen al caso me viene a la memoria cierto comentario que me hicieron tiempo atrás. "Tal vez hayas llegado demasiado tarde", dijeron. Si se equivocaron o no aún está por ver.
Ahora, con algo más de perspectiva, recuerdo una de esas célebres frases que acaban por hacer famosa a cualquier historia de niños: "Un mago nunca llega tarde. Ni temprano. Un mago llega exactamente cuando se lo propone".
La magia no es más que crear ilusiones. Y eso no se me da del todo mal. De cualquier manera, entre el antes y el después, algunas cosas han cambiado pero yo sigo siendo el mismo. Ni más. Ni menos. En mi linea.
Ahora, con algo más de perspectiva, recuerdo una de esas célebres frases que acaban por hacer famosa a cualquier historia de niños: "Un mago nunca llega tarde. Ni temprano. Un mago llega exactamente cuando se lo propone".
La magia no es más que crear ilusiones. Y eso no se me da del todo mal. De cualquier manera, entre el antes y el después, algunas cosas han cambiado pero yo sigo siendo el mismo. Ni más. Ni menos. En mi linea.
Wednesday, September 19, 2007
del ocaso II
El cielo se vuelve la paleta de colores de un pintor bohemio mientras el mar, imperturbable sin el viento, ejerce de musa.
Podrán llenar la isla con más autopistas. Con más calles y sus coches. Con más torres de mucha tensión y poco gusto. Con más raíles y sus tranvías. Quemarán sus bosques. Morderán otra vez al mar con más puertos. Llenaranla de ladrillos y cemento mientras miramos a otro lado.
Venga a mi la modernidad con sus consecuencias. No la temo. Nunca podrán quitarle la brocha al pintor. Nunca podrán robarme el ocaso.
Podrán llenar la isla con más autopistas. Con más calles y sus coches. Con más torres de mucha tensión y poco gusto. Con más raíles y sus tranvías. Quemarán sus bosques. Morderán otra vez al mar con más puertos. Llenaranla de ladrillos y cemento mientras miramos a otro lado.
Venga a mi la modernidad con sus consecuencias. No la temo. Nunca podrán quitarle la brocha al pintor. Nunca podrán robarme el ocaso.
Tuesday, September 18, 2007
de los viajes en el tiempo
No hace falta haber estudiado las geometrías curvas de Riemann ni ser un experto en la relatividad general de Einstein. Tampoco es necesario imaginarse a uno mismo flotando en N-dimensiones o surcando el espacio con una nave estelar acompañando a tu hermano gemelo, mientras los destructores del malvado imperio galáctico nos persiguen (si no lo digo reviento!).
Como iba diciendo, es todo mucho más fácil que eso. Basta con volver, algunos años después, a algún lugar especial. No digo bueno. Tampoco digo malo. Solamente especial. Diferente. Único.Un lugar donde una vez pensaste que podrías deterner el giro del mundo. Es curioso lo poderosos que, a veces, creemos que somos.
Cientos de recuerdos desfilan frente a mis ojos como si no hubiera pasado el tiempo. Sin embargo, sí que ha pasado. Se perciben los cambios. Los nimios y los profundos. Los siento. Algunas cosas no cambian nunca. Otras sí lo hacen.
Lo malo de los viajes en el tiempo es, en definitiva, el sentido. Podemos volver atrás tantas veces como queramos. Pero, y siento mucho decirlo Doc, al futuro no se puede regresar.
Como iba diciendo, es todo mucho más fácil que eso. Basta con volver, algunos años después, a algún lugar especial. No digo bueno. Tampoco digo malo. Solamente especial. Diferente. Único.Un lugar donde una vez pensaste que podrías deterner el giro del mundo. Es curioso lo poderosos que, a veces, creemos que somos.
Cientos de recuerdos desfilan frente a mis ojos como si no hubiera pasado el tiempo. Sin embargo, sí que ha pasado. Se perciben los cambios. Los nimios y los profundos. Los siento. Algunas cosas no cambian nunca. Otras sí lo hacen.
Lo malo de los viajes en el tiempo es, en definitiva, el sentido. Podemos volver atrás tantas veces como queramos. Pero, y siento mucho decirlo Doc, al futuro no se puede regresar.
Friday, September 14, 2007
de las puertas abiertas
Es curioso. O, al menos, a mi me lo parece.
A lo largo de la historia, tanto en este país como en otros muchos lugares, mucha gente (ya uno sería demasiado) ha muerto por la libertad. Para que tal día como hoy esté yo escribiendo lo que escribo. Para que ustedes lo lean. Para poder expresarnos tal como somos. Para poder equivocarnos (como siempre hacemos) con nuestro voto, eligiendo a nuestros políticos.
Revisando un poco esa historia a la que hago referencia uno se da cuenta de lo frágil que es nuestra libertad. De lo que ha costado conseguirla y de como estaríamos sin ella. Si uno se pone realmente exigente hasta podría decirse que toda esta libertad de la que hablo no es más que una ilusión. Que nunca hemos sido libres y que no lo seremos jamás. Sin embargo, no es eso de lo que quiero hablar hoy.
Sin ningún otro argumento sino ese, uno pensaría lo maravillosa que es la libertad. Pero, aún a riesgo de parecer un loco, yo discrepo.
Simplifiquemos un poco. La libertad no es más que la capacidad de elegir, sin ninguna interferencia externa, entre dos o más opciones. Se entenderá ahora mejor que antes que es precisamente esa "interferencia externa" la que está siempre presente y el argumento por el cual algunos afirman que no somos libres. Es algo así como un ruido de fondo (no puedo evitar esos comentarios ahora que ya casi soy físico). No podemos aislarnos totalmente para tomar una decisión y aunque pudieramos no estoy seguro de poder llamar a eso auténtica libertad. Y esto me suena de algo. De cualquier manera, y como ya dije, no es de esto de lo que quiero divagar.
Lo que, desde hace semanas, me mantiene en una situación algo incómoda (dentro de la felicidad, eso sí) es la enorme cantidad de opciones que se presentan ante mi en los próximos meses. Es, estríctamente hablando, un problema de libertad. Es ahora por primera vez en mi vida cuando tengo que decidir qué quiero hacer y a dónde quiero llegar. Si es que quiero llegar a alguna parte, cosa de la que tampoco estoy seguro.
Hay tantas posibilidades. Tantas puertas abiertas que hasta asusta. No me entiendan mal. Me gusta poder elegir. Es el hecho de elegir en sí mismo lo que me descoloca. O, incluso más que eso, la gran cantidad de cosas que voy a dejar atrás cuando elija. La de puertas que yo mismo voy a cerrar. Porque, seamos serios, no siempre puede uno volver atrás. Equivocarse es humano y rectificar de sabios. Yo sólo soy humano. Y aunque ahora piense de otra manera, tal vez no quiera ser sabio. Quizá no sea, ni tan siquiera, decisión mía. Como tantas otras cosas en esta vida.
A lo largo de la historia, tanto en este país como en otros muchos lugares, mucha gente (ya uno sería demasiado) ha muerto por la libertad. Para que tal día como hoy esté yo escribiendo lo que escribo. Para que ustedes lo lean. Para poder expresarnos tal como somos. Para poder equivocarnos (como siempre hacemos) con nuestro voto, eligiendo a nuestros políticos.
Revisando un poco esa historia a la que hago referencia uno se da cuenta de lo frágil que es nuestra libertad. De lo que ha costado conseguirla y de como estaríamos sin ella. Si uno se pone realmente exigente hasta podría decirse que toda esta libertad de la que hablo no es más que una ilusión. Que nunca hemos sido libres y que no lo seremos jamás. Sin embargo, no es eso de lo que quiero hablar hoy.
Sin ningún otro argumento sino ese, uno pensaría lo maravillosa que es la libertad. Pero, aún a riesgo de parecer un loco, yo discrepo.
Simplifiquemos un poco. La libertad no es más que la capacidad de elegir, sin ninguna interferencia externa, entre dos o más opciones. Se entenderá ahora mejor que antes que es precisamente esa "interferencia externa" la que está siempre presente y el argumento por el cual algunos afirman que no somos libres. Es algo así como un ruido de fondo (no puedo evitar esos comentarios ahora que ya casi soy físico). No podemos aislarnos totalmente para tomar una decisión y aunque pudieramos no estoy seguro de poder llamar a eso auténtica libertad. Y esto me suena de algo. De cualquier manera, y como ya dije, no es de esto de lo que quiero divagar.
Lo que, desde hace semanas, me mantiene en una situación algo incómoda (dentro de la felicidad, eso sí) es la enorme cantidad de opciones que se presentan ante mi en los próximos meses. Es, estríctamente hablando, un problema de libertad. Es ahora por primera vez en mi vida cuando tengo que decidir qué quiero hacer y a dónde quiero llegar. Si es que quiero llegar a alguna parte, cosa de la que tampoco estoy seguro.
Hay tantas posibilidades. Tantas puertas abiertas que hasta asusta. No me entiendan mal. Me gusta poder elegir. Es el hecho de elegir en sí mismo lo que me descoloca. O, incluso más que eso, la gran cantidad de cosas que voy a dejar atrás cuando elija. La de puertas que yo mismo voy a cerrar. Porque, seamos serios, no siempre puede uno volver atrás. Equivocarse es humano y rectificar de sabios. Yo sólo soy humano. Y aunque ahora piense de otra manera, tal vez no quiera ser sabio. Quizá no sea, ni tan siquiera, decisión mía. Como tantas otras cosas en esta vida.
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