Es curioso. O, al menos, a mi me lo parece.
A lo largo de la historia, tanto en este país como en otros muchos lugares, mucha gente (ya uno sería demasiado) ha muerto por la libertad. Para que tal día como hoy esté yo escribiendo lo que escribo. Para que ustedes lo lean. Para poder expresarnos tal como somos. Para poder equivocarnos (como siempre hacemos) con nuestro voto, eligiendo a nuestros políticos.
Revisando un poco esa historia a la que hago referencia uno se da cuenta de lo frágil que es nuestra libertad. De lo que ha costado conseguirla y de como estaríamos sin ella. Si uno se pone realmente exigente hasta podría decirse que toda esta libertad de la que hablo no es más que una ilusión. Que nunca hemos sido libres y que no lo seremos jamás. Sin embargo, no es eso de lo que quiero hablar hoy.
Sin ningún otro argumento sino ese, uno pensaría lo maravillosa que es la libertad. Pero, aún a riesgo de parecer un loco, yo discrepo.
Simplifiquemos un poco. La libertad no es más que la capacidad de elegir, sin ninguna interferencia externa, entre dos o más opciones. Se entenderá ahora mejor que antes que es precisamente esa "interferencia externa" la que está siempre presente y el argumento por el cual algunos afirman que no somos libres. Es algo así como un ruido de fondo (no puedo evitar esos comentarios ahora que ya casi soy físico). No podemos aislarnos totalmente para tomar una decisión y aunque pudieramos no estoy seguro de poder llamar a eso auténtica libertad. Y esto me suena de algo. De cualquier manera, y como ya dije, no es de esto de lo que quiero divagar.
Lo que, desde hace semanas, me mantiene en una situación algo incómoda (dentro de la felicidad, eso sí) es la enorme cantidad de opciones que se presentan ante mi en los próximos meses. Es, estríctamente hablando, un problema de libertad. Es ahora por primera vez en mi vida cuando tengo que decidir qué quiero hacer y a dónde quiero llegar. Si es que quiero llegar a alguna parte, cosa de la que tampoco estoy seguro.
Hay tantas posibilidades. Tantas puertas abiertas que hasta asusta. No me entiendan mal. Me gusta poder elegir. Es el hecho de elegir en sí mismo lo que me descoloca. O, incluso más que eso, la gran cantidad de cosas que voy a dejar atrás cuando elija. La de puertas que yo mismo voy a cerrar. Porque, seamos serios, no siempre puede uno volver atrás. Equivocarse es humano y rectificar de sabios. Yo sólo soy humano. Y aunque ahora piense de otra manera, tal vez no quiera ser sabio. Quizá no sea, ni tan siquiera, decisión mía. Como tantas otras cosas en esta vida.
Friday, September 14, 2007
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