Thursday, June 5, 2008

la madriguera del conejo

Quizá uno de los retos más peligrosos a los que nos enfrentamos todos los días ocurre cada mañana nada más levantarnos de la cama. El horario, claro está, depende (¡que me lo digan a mi ahora!) Hablo de mirarse al espejo.

Es increíble todo lo que uno puede encontrar si observa detenidamente su reflejo. Y no me refiero a las nuevas arrugas (eso sí, muy monas) que a uno le salen de tanto sonreír (¡que la vida son dos días!) Cuando uno se mira en un espejo se ve a si mismo tal y como es. Sin efectos visuales ni cortinas de humo. Sin palabras ni prejucios. Y eso, a veces, sorprende.

Más de una vez me he llevado un susto al encontrarme, frente a frente, con mi reflejo en algún escaparate mientras paseo. Cuesta creerse que alguien te siga tan de cerca. Que te observa detenidamente y que es tu sombra hasta cuando llueve.

El problema es, a mi corto entender, que no somos conscientes de que vivimos en este mundo. La mayor parte del tiempo ni siquiera nos damos cuenta. Trabajamos, nos vamos de vacaciones, o pagamos nuestros impuestos . Ordenamos nuestras ideas en la cabeza y es ahí donde nos vemos siempre. No somos más que una auto-imagen mental. Por eso es un golpe descubir, cada vez, que también vivimos aquí fuera. En el mundo real. Aunque no lo veamos, dejamos una estela tras nuestros pasos. No somos, como a veces parece, meros espectadores (más o menos críticos) de la realidad. Somos parte de ella y no nos damos cuenta hasta que, muy de vez en cuando y de repente, nos encontramos mirándonos pupila con pupila como si de tontos se tratara.

Lejos de tener la más mínima intención de pagar por los derechos de autor a cierta revista espiritual, diré como decimos en casa. ¡Despierten!

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