Quiero hablar hoy del cariño o, más concretamente, de la falta de él. Son miles, cientos de miles, los que viven, día a día, con el anhelo de darlo o recibirlo. Y son incluso más los que lo buscan en algún extraño, noche tras noche. Créanme, lo he visto (y creo que ustedes también).
La auténtica crisis (por llamarlo de alguna manera) llega al alba, justo cuando empezaban las grandes batallas de la antigüedad. Bueno, hoy en día las batallas empiezan un poco más tarde. Es entonces, bañados por el sol, cuando enfrentamos de nuevo la realidad. Esa que habiamos olvidado por completo por unas horas. Esa que resuena en la habitación como un eco sólo con leer dos palabras: estamos solos. A decir verdad, ni siquiera hace falta decirlas en voz alta. En realidad, nunca lo olvidamos del todo pero es mucho más duro ahora, al ver a ese extraño salir por la puerta y llevarse, en un saco, todo ese cariño que llevabamos guardando durante mucho tiempo.
Déjenme ahora contarles una historia. Anoche me perdí. Y sin saber cómo ni cuándo desperte rodeado de un azul ópaco. No era el cielo. Era mucho más pesado. Apuesto a que ni siquiera las mismísimas columnas de Hércules habrían soportado su peso. Tampoco era el mar. Aunque era salado, como una lágrima. Este azul era mucho más denso que el agua del fondo del océano. Hasta tal punto lo era que te asfixiaba a poco que te adentrabas en él. Lo siento. No sé definirlo mejor. Tal vez acertaron los ingleses con el nombre. Para ellos azul(blue) también significa triste. Tristeza, puede que haya sido eso, y no otra cosa, lo que ví.
¿Feliz?. Puede que más que ayer, sí. Pero el recuerdo de casi ahogarme en ese azul lo llevaré siempre.
Saturday, October 20, 2007
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